miércoles, 12 de diciembre de 2007

LA GENTE.


Al leer uno de mis poemas, todos me decían que sonaba bonito, pero era muy complicado y demasiado difícil de entender. Entonces, la próxima vez, el muy brea hizo algo asequible a la gente y todos aplaudían.

Pero inmediatamente después del acto, se acercaban los más astutos a decirme: “¿Me crees un niño incapaz de comprender otra cosa que no sea una canción de cuna?”. Tomado por sorpresa, apenas esbozaba un no, ante de su retirada.

La tercera vez hice caso a su petición de algo que desafiara su inteligencia y terminé componiendo inmensos hai ku y un breve romance cosmogónico.

Era imposible que siquiera imaginara lo que sucedió aquella vez. Su indignación fue Mayúscula. “¿Qué te hay creio tal por cual?”. “¿Nos viste care chino, cabro culiao?”.

La sorpresa y el temor anonadó mi ser. Apenas esbocé una tentativa de explicación: “Pero si la vida es así de sencilla y trascendente”. Mientras más trataba de explicarles, menos entendían y más se ofuscaban. Se comportaban como si hubiesen sido heridos mortalmente. Su furia crecía con cada palabra que pronunciaba.

Seguí el sabio consejo de la mujer que temía por mi vida y huí de aquel linchamiento, ya que era claro que en cualquier momento los golpes reemplazarían las amenazas. Huí sintiéndome el peor criminal del universo.

¿Está demás decir que jamás volví a leer un poema en público? No quería morir.



Conclusión:
La gente es, esencialmente, estúpida y egoísta, y su única motivación es cagarte la vida, como ellos se la cagan entre sí todos los días.

Entrar a darle en el gusto a la Gente es la peor estupidez que puedes hacer con tu vida.

La sociedad es un fagocito y tú el microbio que está en su menú del día.

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